En el silencio de un monasterio, donde el tiempo parece haberse detenido, nace un espacio de encuentro, de creación y de celebración.
Este festival no es solo un evento: es una experiencia compartida, una comunidad viva, un ritual contemporáneo.
Creemos en el poder transformador del arte.
La música, la danza, la palabra, la imagen… todas las formas de expresión confluyen aquí para conmover, inspirar y unir. Cada nota, cada trazo, cada gesto es una ofrenda al presente.
Celebramos el encuentro humano.
Somos 500 almas reunidas en torno a una visión común: vivir con intensidad, conectar desde lo auténtico, y abrir espacios para el juego, la escucha y la emoción.
Honramos el pasado, creamos el presente.
Entre muros antiguos y memorias dormidas, encendemos nuevas historias. Respetamos el espíritu del lugar y lo llenamos de vida, reconectando con lo esencial a través de lo artístico.
La comunidad es el latido del festival.
No venimos a consumir; venimos a participar. Cada cuerpo que baila, cada voz que canta, cada mirada que se cruza es parte indispensable de esta obra colectiva.
Este festival es un acto de amor.
Amor por la belleza, por la creación, por el otro. Amor por lo sagrado de reunirnos para celebrar lo que nos hace humanos.
Bienvenidos a este refugio temporal donde lo mágico, lo artístico y lo humano se abrazan.
Bienvenidos a una experiencia que no se olvida.
Bienvenidos al Monasterio.